Thursday, July 20, 2006

Calcinatio por FERNANDO MARQUINEZ



PULSO


Algunas veces
la tentación va tras tus pasos.
Se percibe en la sutil melodía,
en el irrevocable perfume de los ornamentos,
en el rojizo fuego que emanan tus cabellos.
Ajena al idilio,
la retórica se apiada
de la movilidad de los cuerpos
que se resisten a ceder
pese a la acelerada persistencia
de los ademanes
escondidos
bajo la cáscara del pulso.



NUEVE HAIKUS


-I-

me das tu muerte
un breve relámpago
sobre la grava


-II-

clara derrota
la quietud de la ola
domesticada


-III-

cuchillo hiriente:
bordes irregulares
son tu condena


-IV-

puro deleite
del tímpano colmado
por el vocablo


-V-

alcaloide
los restos de memoria
la bocanada


-VI-

tiempo ínfimo
sustento del residuo
después del revés


-VII-

flashes de savia
entretejen sus redes
la desmesura


-VIII-

mil añoranzas
de la bibliomanía
por el abismo


-IX-

luz de la historia
escenas y recelos
perdura una voz




INQUIETUD EN EL MUEBLE DE ROBLE A 3000 METROS SOBRE EL NIVEL DEL MAR

La termita se inquieta
en el antiguo mueble de roble.
Es una disimulada estampa
sobre el acantilado
entre la cristalina magnitud
que concierne
a un orden desplegado
en los
mapas
de la
desmesura.





PUNTO SILENTE

Vuelves al punto silente,
donde la demora apresura
decisiones por omisión
y la omisión decide demorarse
disfrazada de prisa.




EL TIEMPO TROGLODITA

para Antonin Artaud

Voy cruzando una imperceptible frontera
y las ratas desfilan por mi piel
dibujando simbólicos pulpos
en el anegado ombligo del estrangulamiento.
Las pupilas revientan de sal y de bilis.
En ese confuso instante
me abrazo a las plumas muertas
del tiempo troglodita,
a la indeleble pantomima
del teatro vacío.
Caigo sin pausa,
soy catarata,
avidez de hiedra,
paciencia de cactus.
Me sumerjo en el deglutir
de lo inconsecuente.
Allí,
donde anida el camino sin huella
y la pedregosa luna revela
el magma de su luz tardía.




LA CAÑA DE PESCAR, LA BOTELLA DE CAÑA SEMIVACÍA,
EL ANZUELO, EL CARDUMEN DE PECES
Y LA LUNA ESQUIVA


a ricardo guiamet


La luna esquiva al hombre
que ha caído al agua desde su bote.
El sueño lo ha vencido
y trata de nadar en medio de la oscuridad.
La caña de pescar se ha escurrido entre sus dedos
y ahora flota paralela a la embarcación.
La corriente es relativamente calma
pero el hombre no logra alcanzar el bote.
Quizás la botella de caña semivacía,
perfectamente erguida en el piso de la embarcación,
lo explique todo.
Ensayando un movimiento rápido y convulsivo,
el hombre se aferra al anzuelo,
en el que la carnada permanece intacta.
Luego grita, el punzante metal
ha desgarrado su piel hasta hacerlo sangrar.
Un cardumen de peces se acerca al intruso
y comienza a mordisquearlo.
La caña de pescar se hunde lentamente;
el hombre busca por última vez la luna
pero ya no lo alumbra.
Las burbujas son parte del río
que definitivamente le pertenece.



LULLABIES

a fabricio simeoni


-I-

La oscuridad profana ciertas circunstancias
para acunar en letanía
el artificio de la mañana.


-II-

Curiosa delectación de los moradores
de ciertas ruinas,
donde el misterio deviene en mito
y las plegarias
se sumergen en las sombras,
sustentando la fascinación
del gruñido de aves nocturnas
entre
cúpulas, losas y columnas de mármol
despojadas
del frenético deseo de la refulgencia.




RUINAS ROMANAS

Me mostrarás los mezquinos propósitos
que maltratan tu poema,
sobrevolaré sin pendientes
entre el vaho de alcohol
y la figura de un Cristo sin espinas,
me interrogarás acerca de los lujos
y caminaré sobre un acerico
únicamente para agradarte.
Dejaré de llorar esas frases
de concentrada mendicidad,
haré mecer tu ironía
en las ruinas romanas,
en el cauce del Tíber
y tendrás todo al alcance
de tu mano,
tan sólo huyendo.



ECOS

Pétalos arrebatados al cielo,
irreal fotosíntesis de embrujo.
Sensaciones de labios;
virtuales palabras habitantes
de un sueño trucado.
Periferias del tímpano del valle,
un eco que se alimenta
con la infinitud que se niega.
Campanas que se ahogan
en sus tumbas de
arena silenciosa,
cautivadas definitivamente
por la alucinación de la música;
irrefrenablemente cruel,
hipnóticamente persuasiva.




EL AGUA CRUDA

Declina el día,
la maderada avanza por el agua cruda
debelando la resistencia de los camalotes.
El hombre efectúa un innecesario rodeo
para corregir la dirección de los troncos,
varados en la angostura del recodo
y el disfavor geográfico del cauce.
La corriente baraja sus vaivenes
y rotura el despeñadero,
donde yace un caballo vencido por el carbunco.
Exaspera el sosiego del mortuorio tono
y el monocorde fastidio del viento cincel,
modelando el imprevisible limo.
Las alas de la noche irrumpen,
corrompen el cenagal,
el monte,
los cañaverales,
las alimañas
y la parquedad de la madera veteada.



DESTIERRO

A Chiquito Gómez in memoriam

Tiembla, tiembla,
traspone escotillas,
la tierra,
la sombra,
la siembra,
la diafanidad.
Transmigra el
traslúcido semblante,
acicala el menosprecio,
el desaliento
del necrológico destierro.
Enciende
la llama que restringe lo limitáneo
porque el
impetuoso espíritu
recrudece
inusitado y saciado.
El impostor abruma,
extemporáneo,
fuera de sí,
llevándose
las voces
que supieron callar a tiempo
lejos y cerca
del mar infinito.




CINCO MINUTOS

Noche tras noche, el oportunista,
al reparo de su impecable estampa
se acercaba al poblado con papeles de ocasión
y postales del acecho.
Sus dedos manchados de tabaco
contrastaban con las delicadas solapas del traje
de corte europeo.
Caminaba aceleradamente sobre el ripio
con vetustas armaduras
y derramaba siniestro material volcánico,
promesas de ofrendas futuras.
El viento traía vestigios de sequía,
manchaba los zapatos, la camisa de seda
e infiltraba las palabras,
desquiciando
ese perverso rictus
que prometía el nuevo cielo
por cinco minutos.




VAGAMENTE TRISTE

Ni piedra ni tierra.
Sólo el precipitar
de la decadencia,
la resignación del espejismo
vagamente triste.
Partículas de arena,
proyectiles del tiempo
en las estepas vacías de voces.
El ocaso del humo
dibujado en el circular horizonte
sobre el tacto del volumen
que crece,
antes de perderse
en los despojos de tu olvido
midiendo las sombras
las pesadillas,
los versos
y los nombres.




LA LÍNEA

La razón se extravía
en un cataclismo
que imita a las cuerdas vocales.
Los testimonios perduran
en el siseo de la cinta
desgarrando un miserable abismo
entre tus pasos
y los míos.
Quiero contrarrestar
la adversidad del hormigueo
pero el escalofrío me detiene
en la línea divisoria
de nuestros mundos.




MUECAS

Te encuentras en la expuesta crisma
de los ángeles caídos,
oscilando entre fósiles primaveras.
Acaparas lo quieto de la noche,
destejiendo el manto
de la trágica verbena,
atravesado en una calma llanura
que embalsama.
El ansia de lo dulce
se vuelve una liturgia,
se revela el dibujo
Y desgarra las garras
drenando el desagüe
hasta el cenit del gesto
ostensiblemente sumiso.
Por lo pronto callas y
-con cierto disimulo-
atesoras
la mueca en el espejo,
mausoleo de las cínicas piruetas
de los amanuenses.



ATAVÍOS

Desnudos ropajes aportan soluciones
al concierto de la fábula
Misteriosas gotas apuran
el puro temblor de tus labios.
Quisiera saber qué suerte de principio
te hace inmune
y me condiciona al
perpetuo suplicio del péndulo.
No se trata
de la extensión de la turbulencia.
Tampoco del leve signo
que minimiza los restos
del naufragio.
La clave tal vez esté
en una ajena fuerza
que no tuve en cuenta
al contar
tus interminables pasos en el desván
y en las inagotables notas de ese pentagrama
donde la música siempre acechaba
ataviada de silencios.




DERRUÍDOS DE LA LUNA

-I-

SIN LUJO DE DETALLES

Sonidos de piedras en el agua.
Tan sólo claroscuros
pidiendo perdón
en el ahogo.
Visiones funerarias
guardadas en el arcón
y que, por fin,
sacas a relucir.


-II-

POLVO LUNAR

La sequía sin lumbre,
la palabra sin fuerza,
la cumbre desapreciada,
el cerro calamitoso,
la búsqueda perpetua,
la muerte con sigilo,
el desmayo de todo
lo que no salta a la vista.



LOS DÍAS VENCIDOS

Desidia en la arboleda,
señuelos que se revelan
en el imantado campo santo.
Telúrica inminencia de fuegos fatuos
y de relámpagos que perduran
en las sonajas de un trueno.
Estridencia,
vértigo,
cruda inmanencia de los descarnados.
Bóvedas donde los grillos
acompañan al silencio de los muros
con sobresaltos que atesora el tiempo
mientras te devora en la plegaria
que te rezas a ti mismo:
“los días vencidos
han sido los mejores”.



AZÚCAR Y VINILO

Se derraman las súplicas
en el salón.
Sólo permanece un ficticio
contrapunto de ademanes.
Capturado en el gesto,
me instalo entre
el azúcar y el vinilo.
Cruzo los charcos,
tallando los moldes
a tu medida
de voraz insecto del azar.
Nocturno,
oscuro tábano
sediento de misas.




REVÉS

En la dejadez
del atril
viven los traspiés.



FINAL ANUNCIADO O EL JUSTO REPOSO

Quién detendrá el viento
para desanudar las madejas del rocío
y confortar a los despojos
de un sol espigado de muerte?

Quién abrirá los disecados pétalos
de herbario,
tu colección de rosáceos recuerdos
que apuraron el somnífero?

La constancia del suelo
induce a un movimiento de repliegue
y un desierto se ve vacío
sólo desde un punto de vista.
Envasamos el mismo error
en otra palabra
que será la misma idea
perturbadora y anodina,
lejos del justo reposo de la sangre
y del final anunciado.

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