Monday, July 24, 2006

Ese agua cruda por GUIAMET, LOBOS, MARQUINEZ y VALVERDE

AGUA CRUDA: (del latín crüdus, que sangra, relacionado con cruento) Dícese del líquido de tonalidad ferrosa, rojiza, que utilizaban los alquimistas para estañar metales preciosos y así esconder su auténtico valor para traficarlos a través de ducados y estados condales. Fig: Lo que se muestra como de un valor inferior al que verdaderamente posee para que no resulte codiciado.









Agua de herrumbres de dormidos barcos
que desafían los remansos,
agua de río terroso que remonta camalotales
entre viento, sol y correntada;
agua de lluvia que purifica la noche
después de profanar su oscuridad,
agua de venas de sacrificios rituales
como ofrendas de anónimos desdichados,
agua bendita de algún espíritu santo,
agua del Ródano, del Nilo, del Tigris.
de las islas, de los deltas, de los atlas,
agua de alcoholes que sueñan otros días
desde aquel abismo interminable,
agua triste que cae de los ojos
en la certeza de la herida,
agua de la fiebre alucinada
que se transpira en los desiertos,
agua de los labios del ahogado,
desplegada cual mapa del rocío,
agua marina infinita
como la hondura que le da cuerpo,
agua de manantial que brota en la mañana
cristalina y vestal,
agua subterránea que cruza la ciudad
por túneles de dudoso pasado,
agua germinal que oculta sus formas
cambiando la dirección de los sentidos,
guardientes, aguachirles, aguamieles,
aguafuertes, aguaceros, aguadas falsías del doblez.
Todo es agua,
una sola agua,
la misma agua.
Ese agua cruda, ilusión de trance
donde un génesis detenga el tiempo.



Praecipitatio

Hay una hora misteriosa
donde se pierden los sentidos
y unas sombras desnudas
capitulan frente al deseo
como si no fueran ellas
los fantasmas y despojos
que al abandonarse
acariciaran nuevos tiempos.

Hay una hora misteriosa
donde nos hundimos buceando en
el deterioro y el menosprecio,
una hora que nos arrebata con
su follaje del claroscuro
y donde el extraño es otro,
irremediablemente otro.

Celuloides del ocaso que,
acaso sin un pliego de piedad,
nos conceden nuestro opuesto,
se inclinan ante la perpetua
reiteración del crepúsculo.

A la sombra del otro,
se revelan mis verdades.
Cierta dignidad ajena
las pierde definitivamente.

A la sombra del otro
Babel dicta su iracundia,
sus emblemas de derrotas
y epopeyas;
su silencio frente al océano
en el nuevo ocaso,
que es el mismo ocaso.

Sublimatio por ROBERTO LOBOS





DICEN QUE DICEN

Dicen que la verdad asoma desde las manos
como un pergamino de mandamientos inapelables.

Hablan de gitanos, de trascendencia,
me recuerdan la estridencia de algunos versos,
las profecías de sus anagramas
y la carnadura de sus letras turbando mi piel

Dicen de un tamiz de luces y sombras grises,
del crepitar de pasiones fugaces acariciándome
y de algún que otro derrotero incierto.

Dicen lo que dicen las líneas de mis manos.
Digo que mienten como calendarios del azar.
Todas burlas, pretextos a mi pobre destino.





Cuando me contaban historias sobre el silencio
yo imaginaba el sosiego de un verde jardín
y el otoño deshojando los fresnos.
Eran ecos y palabras de voces legendarias,
aromas de la tierra mojada
y el misterio de cualquier soledad.
Las recuerdo, debo confesar,
como algo extrañamente parecido a la felicidad.




CUERVOS

Vuelan sus rondas consumiendo la espera.
A veces antes,
a veces después
están siempre sobre mí.

Cuervos.

Como sombras que levitan grácilmente,
ángeles negros pronunciando aquel nunca más
o espantajos devorándome.
Yo los reconozco:
soy carne y carroña de su carne y su carroña,
soy sangre de su sangre escapando hacia ningún lugar.

Cuervos.

La diatriba de los verdugos.
Más cerca o más lejos del inevitable final
son los que vendrán por mí.




Pensaba...,
en los que no tienen nada.
en los que se han perdido,
en las oscuridades de ciertas noches,
en la pendiente de calle Urquiza,
pensaba...,
en los que se han ido,
en los que se esconden lejos.
Pensaba en todo eso.
Pensaba en mí.





POSIBLEMENTE

Posiblemente las cosas sean como las imagino.
El desencanto
gris,
el vuelo
cercano,
tus ojos
cerrados.
Posiblemente lleguen días extraños,
se agoten tragos y nebulosas,
no haya trampas
y el vértigo deje de pertenecerme.
Posiblemente no me reconozca.
Podré pensar que nunca sucedió,
resignarme ante el silencio
o escribirlo una vez más.





Después de mí.
Después de los restos.
Después.
Alguien enlazará mis manos,
recordará algunas medianoches
y volverá el silencio.
El silencio.
Lo único que importa.





CAMINOS

Probablemente no existan caminos
para llegar donde imagino,
donde quisiera me aguardaran,
si fuera posible, unos pocos
y tres módicos deseos abrigo:
que haya fresnos como en otoño,
viento,
y un mar agitándose.

Entonces reposaré.

Se esfumará el tiempo,
no habrá sueños,
ni gritos,
ni lágrimas.
Tendré paz,
solamente mucha paz.





Fuera de mí.
Desde el otro lado lloro por mí.
Sé que estaré,
que habrá otros paisajes,
que me encontraré frente a un cerco
y que tal vez nadie
nadie
soltará mis cenizas.
Después habrá polvo, lirios y un jardín.
Sólo eso.
Y el silencio.





MUNDO RARO

Navegas sin sentido.
Acaso traicionando lo vertido
abrirá sus grietas la paranoia silenciosa
y las rajas tronarán gravemente.
Ningún oráculo, ninguna ceniza
adivinará en este mundo raro
desde dónde caen lágrimas y espantos.
Los presiento claros,
los veo lánguidos…
por allá, lejanos y perdidos,
asoman tus ojos bizarros.
Como estiletes que sueltan claves
entre lirios pincelados
y dolor escondido.
Donde llora el mundo raro.
Sus lágrimas,
sus cenizas,
su espanto.

Gracias Marqui
por la idea y por la ayuda





Supongo que no existo,
que no me ven,
que mis manos no escriben.
Que todo sigue...





POSTALES DEL FRÍO

Los sonidos del viento,
las miserias desnudas,
entre humo y cicatrices
vacila un tentempié;
sostén de ilusiones,
espejo de ruinas
y nadie,
nadie que lo escriba.
Postales del frío,
trazos oscuros,
colores abúlicos
y escondites.
De la lluvia.
Del amasijo.
Entre llamaradas
arden el fuego
y los de siempre:
la ira,
el designio,
los desesperados.
Postales del frío.
Y otra vez nadie,
nadie que las escriba.




Alguien,
que alguna vez pasó por mí,
se ha olvidado de mí.
No me resigno
pero extraño aquellos silencios
y la mirada de unos ojos
mirándome a los ojos.
Como si hubiera habido razones,
como si no alcanzaran las distancias
alguien,
que alguna vez pasó por mí,
se ha olvidado de mí.





VISIONES

Vi lágrimas en tus ojos de pantano,
silencio en la oscuridad de tu mirada
y pensé en los soles del amanecer
como amuletos de pasiones encendidas.
Vi galopar extraños jinetes,
abismos desafiando las excusas,
y el naufragio de las horas y el tiempo.

He visto más de lo que mis ojos se han atrevido a ver.
Parece que, al fin,
unos cuantos presagios acertarán sobre mí.




Presiento una soledad grande,
médanos ondulantes
y sombras atravesando la arena.
No me alcanza pretender la luna,
caminar sobre el fuego.
No me alcanza suponerte.


a Marta,
aunque ya nada alcance...




EL VIENTO Y EL PINAR

Era el viento silbando su verbena
en el centro de un gran pinar.
Vi a los cedros doblarse en pena
y a los cipreses su orgullo quebrar;
creí distinguir furia en la escena,
en las hojas muertas volar
y por senderos de arena
imaginé al diablo caminar.
No importaron mis años en decena,
entregado a un raro vislumbrar
detuve al tiempo en la hondonada
y me estremecí cerrando los ojos.
Fue todo y fue nada,
pero aún recuerdo el estrépito del lugar
y al miedo como un simple despojo,
como la pureza de aquel estar.




Te oí llorar,
imaginé tus ojos,
y me sacudí.
Llorar siempre es demasiado:
es como gritar en silencio,
entregarse a decir todo.
Condenarse a decir nada.





HAY

Hay momentos exquisitos
donde parece razonable
robarle palabras al silencio,
donde no suponga demasiado
mirar aguas crudas en desmadre
pero el torrente que las lleva
impone viejas fotos de uno mismo
como si fuéramos sombra de otro
y el otoño presagiara un ocaso,
el invierno por venir.





Prefiero la oscuridad
como resaca de hábitos salvajes.
La luz
como alaridos agrietando mis ojos.
La luz y la oscuridad.
Péndulos.
Nunca sé dónde estoy.





ESPERO

Espero.
Algo.
Incierto.
Que sea bálsamo,
contraste,
olvido,
algunas caras,
algunas formas,
que desafíe al tiempo,
al destino,
a los sentidos.
Pero no hay nada.
No habrá nada.
Seguiré esperando.
Algo.
Incierto.
Que deseo.
Que no existe.





Desde el aire,
desde el agua….
Todo parece desaparecer
en el crepitar del tirano tiempo
y no es cierto el sello del fuego,
o sí es cierto
pero a quién le importa.
Somos el aire,
somos el agua…
Todo parece demasiado
como palabras del mensaje final
y no es cierto que somos el fuego,
o sí es cierto
pero a quién le importa.
Aire,
agua…
Todo parece mezclarse
en la corriente del estúpido viento
y no es cierto el fuego,
o sí es cierto
pero a quién le importa.

Thursday, July 20, 2006

Descensio por RICARDO GUIAMET


GUERRILLA URBANA (I)

Hegel,
dice uno de ellos.
(detrás la luz
oscila y parpadea:
60 watts equilibran pendientes de
un par de cables desnudos).
Hegel,
repite
ante el silencio y la modorra
de los otros.
nadie sabe si
llama un perro,
convoca un espectro
rememora un motivo para la lucha,
algo que explique las armas,
la vigilia,
la certeza ineludible
de la derrota
y la desaparición.




GUERRILLA URBANA (II)

Creyó que amarla,
pintar consignas,
alfabetizar pibes,
practicar tiro en la isla,
eran único movimiento,
una y otra vez
igual substancia.
Los otros, mayor precisión,
apenas sabían rodar cabezas,
flagelar carne, chamuscar libros;
asesinar arribabajo por las avenidas:
la certeza que el triunfo
se bocetaba con gruesas pinceladas.

Por un tenso,
no extenso
laberinto de
puertas, edades, personas.
abandonar el sueño y
regresar al páramo siempre
igual, congelado y certero: el mundo real.



POLINESIA

La polinesia
murmuró la desdentada boca
del viejo agonizante
en un hospital del Chaco
(y purulentas ronchas, vestigios de la mosquitada
debajan su rastro húmedo
tras cada giro en la sábana,
estertor del
enflaquecido cuerpo moribundo)

La polinesia
repitió la enfermera indígena e imaginó
arrecifes, palmeras, sensuales
crepúsculos frente a
arenas blancas y
mares transparentes:
el reverso de ese paraná
amarronado y de barrancas toscas
deonde su marido
parlotea con compadres
el arcaico qöm,
arma espineles y lanza el tejido
aguardando
el arribo del pejerrey.

La polinesia, repitió antes de morir;
la enfermera toba se persignó
desconociendo
que el viejo
no hablaba de atolones o volcanes
sino de
un bar ferroviario apestoso,
no más que una tapera que
medio siglo atrás
ya era viejo y abandonado
junto a
un cambio de vías en medio de la nada
(un paraje llamado Turner)
donde él, joven, tomaba grapa
entre vagón y vagón
control y dosaje
de los cargamentos de trigo
que emigraban más allá del océano.



HAIKUS

En la banquina
un amasijo
restos de comadreja


Sólo su rostro
vence a la muerte
aún es el padre


Antes del amor
eclipses de una noche
fueron los hombres



Bajo la muerte
rostro de huérfanos
un llanto quieto.




KAGEMUSHA

Ese cielo que señala y
husmea la extraviada
mirada del kagemusha.

No es una batalla, no es una danza:
el trueno mezquino de los mosquetones
hace caer, aquí y allá,
a los soldados de su guardia.
el tropel de la caballería
deslizándose médano abajo
y el cañoneo, firmamento artificial,
apuñalan lo obscuro de la noche.
No es una danza, no es un baile,
sólo la muerte que
se empeña en erigirse
justo delante de
cualquier oquedad que señale,
conmovido, extraviado,
el índice del Kagemusha.-



GO

Sólo dos personas,
en toda la ciudad,
y somos nosotros, dijo el padre;
colocan y no sacan fichas sobre
la cuadrícula del go.
Sólo dos personas,
aventuró,
algo más que una corazonada o una probabilidad:
Un imperio que milenario se desplomará
de un manotazo cuando su espacio sea necesario
para ubicar tostadas y dulceras,
tazas y terrones,
los atributos de la tarde.-



GO (II)

La cuadrícula infernal
que no es eterna
ni sensible;
el ornato y el pretexto de
la serpiente bicolor de los senderos de discos.
En alguna encrucijada vacía
el disco de Odín permanece invisible,
al aguardo de una avenida,
un sismo,
un tifón que voltee su cuerpo,
deje ver el pulido reverso,
el brillo del espejo perpetuo.



GO (III)

Nada altera
la mirada y la mano que deposita,
irreversible, cada ficha en un destino único, definitivo.
Las fichas hacen nacer alianzas,
lealtades y traiciones,
fugaces encuentros y homéricos combates;
la victoria y la derrota,
un albur de cadáveres y estandartes,
anverso y reverso de única proclama.
Reflejos del vuelo singular de la brisa
del movimiento de la mano
que no alcanza a tranquilizar
la calma del estío.



UN DESPOJO
Un despojo comido por los perros
una rata una nutria un qué
ni siquiera ya
hedor exhala
ni convoca arcadas.

Pelos, cuero aplastado, una cola calva:
los restos de la vida en
lo que resta de la noche.



INSOMNIO (III)

la vigilia
(el trabajo,
las noticias,
el adulterio
la mirada extraviada de
un compañero de oficina,
las piernas de una desconocida)
fantasmas sucesivos
que alborotan el sueño
con la constancia
y la futilidad
de un mosquito.




INSOMNIO (II)

la breve y perpleja vision en la madrugrada:
despertar con la luz de sodio
infiltrándose por resquicios:
sombras que ondean en la pared
al influjo del viento
sobre la frola de la esquina.
no es el vampiro ni su remedo:
sólo el monótono croar del despertador nos recuerda
el otro monstruo implacable y riguroso:
la vigilia que aguarda
por nuestra sangre en el amanecer.



TUMBAS DEL ASIA CENTRAL
Cuevas de anguilas
Como tumbas del Asia Central
Cuelgan de la minúscula barranca
Que la bajante ha creado
En la orilla del arroyo.
Un pescaor, no mucho más que un niño,
Arroja dentro de una
El fósforo aún encendido
Con que dio fuego a suu cigarrillo.
Cuevas de anguilas,
bosques de alisos,
huellas de carpincho.
El citadino,
En la otra orilla,
Protegio por seis metros de
Una corrienmte lenta pero tenaz,
Marrón, observa el suceso,
Aguarda por la irrupción de
Un pordigio monstruoso,
Un agüero de calamidades
En el anochecer.


COLOR

Pesadumbre
el único color que imagina;
pesadumbre.
El viento de la tormenta
no alcanza a tranquilizarlo



ROBERTO ARLT

Agradecer siempre
un cuerpo deforme
mi gloria,
que me permite escupir
en la cara de los giles
las más horrorosas verdades
y sólo recibir por respuesta
la burla y
el desprecio.



MR. HYDE

Alguien en la noche
toma para si los emblemas del terror
se erige en el destino y así vulnera
el futuro de un tranquilo y solitario
caminante del Soho.
La casa del Dr. Jekill permanece vacía,
(altas horas de la noche)
del perchero de caoba no cuelga su bastón,
la bella empuñadura ensangrentada.
No habrá ni memoria
ni conciencia del crimen,
ni siquiera la imagen del rostro del pánico
cubriendo la máscara del pequeño burgués moribundo;

Dr. Jekill despertará como de una borrachera y
el periódico matutino traerá
un recuero arcano y arcaico
casi infantil
primitivo:
Una nueva víctima del
monstruo ignorado que
aprendimos a llamar
Mr. Hyde.




SANGRIA

Desacostumbrado
(como estaba)
volcó algo de cerveza sobre
la madera manchada de la mesa.
Tres atrás de él tomaban sangría,
uno de ellos explicaba:
el secreto de la sangría
es aplastar los limones
antes de revolver,
con la misma cuchara aplastarlos
y después
mirar en la jarra
esparcir el sedimento de azúcar.

El estaba solo;
esa conversación en sus oídos
era la música de la amistad
perdida trece años atrás,
la tarde del enfrentamiento.
Una semana antes de eso
habían bebido en el mismo boliche
(¿las mismas mesas?)
una sangría distinta
mientras el Viejo
en el margen de un diario del día anterior
dibujaba las salidas del Banco,
señalaba con cruces la ubicación
de los guardias.




LA TORMENTA

Quizás fue el vino en el estómago,
la presencia de la flaca morocha,
(¿cercana,
sugerente?)
lo que consiguió que gastara su mirada
hacia el escenario cruel de las islas
desiertas en el horizonte: donde
la tormenta derramaba sus escalofríos relampagueantes,
su palidez intermitente que amanecía en el cielo
entretejiéndose a nubes oscuras y grises
que acababan contra el borde insoslayable
de albardones,
montes de alisos,
lagunas crecidas.

Mas tarde la madrugada caracoleará
acorralando con sus altas horas
hasta que caiga dormido
ajeno a una luciérnaga
que, junto al techo,
parafrasean los relámpagos
sin que jamás pueda saberse
si es sólo un juego para nuestros ojos o
su desesperado pedido de amor.




ESCENA EN UN PARQUE

el tropiezo de una palabra
atascada ante la mirada
de la niña: el padre siente
el temor de ser descubierto
débil, dudoso, cobarde.
la abofetea en el rostro.




EL GOLPE DE LA PALOMA

El gope de la paloma contra el borde de la ventanilla de su auto
(el roce de las plumas breves contra el vello de su brazo).
Estacionó.
A cincuenta metros yacía,
en medio del barrio de chalets,
la casa de su padre muerto.
Como un impuesto de vencimiento cercano,
como las piernas de una compañera de trabajo,
eso apenas ocupaba su mente.
Bajó del auto,
una inspección lega al cadáver del palomo.
El calor del mediodía de enero insultaba
al pavimento, al Ford, al despojo plumífero.

Se preguntó por el espíritu de su padre,
por la transmigración de las almas,
por la irrupción amorosa del ave
lanzándose contra su coche,
último o primer esfuerzo de amor.
No levantó al palomo muerto de la acera.
Con el pie, como si empujara
las sobras de una hamburguesa,
acomodó lo mejor que pudo
el endureciéndose bodoque
contra la cuneta de la acera.
Subió al Ford y siguió.





CHEVROLET 37’

A través de esa llanura que ya sus abuelos
aprendieron a llamar pampa
manejaba el Chevrolet 37’
desaforado como un demonio.
Junto a él viajaba un cadáver,
una adolescente
tuberculosa y aristocrática
muerta el mediodía anterior
en las Sierras de Córdoba.
A las tres horas de manejar
comenzó a saberlo: el cadáver
junto a él había abierto los ojos,
realizaba sutiles movimientos
expresando el dolor de la muerte.
Aceleró aún más:
la polvareda detrás del Chevrolet
simulaba tornados nocturnos.
No se envalentonó
en girar la vista hacia su derecha
no quiso saber nada de esa muerte apasionada
de esa muerta que quizás lo deseaba
primer y último hombre no ya de su vida
sino del primer instante de
la eternidad de su memoria.
Años después correría rallíes por
esos mismos caminos;
un alambrado de tres hilos
lo decapitaría
(una mañana de octubre,
un guiñapo colgante junto al auto en llamas)
por ahora
la muerte es una adolescente
acompañándolo en la madrugada,
los pelos de su sexo humedecidos por
el formol y la lascivia de los sepultureros
que acondicionaron su desnudez
entre obscenidades y persignaciones
para su adiós entre aristócratas en
la mansión familiar en la Costa de Olivos

Calcinatio por FERNANDO MARQUINEZ



PULSO


Algunas veces
la tentación va tras tus pasos.
Se percibe en la sutil melodía,
en el irrevocable perfume de los ornamentos,
en el rojizo fuego que emanan tus cabellos.
Ajena al idilio,
la retórica se apiada
de la movilidad de los cuerpos
que se resisten a ceder
pese a la acelerada persistencia
de los ademanes
escondidos
bajo la cáscara del pulso.



NUEVE HAIKUS


-I-

me das tu muerte
un breve relámpago
sobre la grava


-II-

clara derrota
la quietud de la ola
domesticada


-III-

cuchillo hiriente:
bordes irregulares
son tu condena


-IV-

puro deleite
del tímpano colmado
por el vocablo


-V-

alcaloide
los restos de memoria
la bocanada


-VI-

tiempo ínfimo
sustento del residuo
después del revés


-VII-

flashes de savia
entretejen sus redes
la desmesura


-VIII-

mil añoranzas
de la bibliomanía
por el abismo


-IX-

luz de la historia
escenas y recelos
perdura una voz




INQUIETUD EN EL MUEBLE DE ROBLE A 3000 METROS SOBRE EL NIVEL DEL MAR

La termita se inquieta
en el antiguo mueble de roble.
Es una disimulada estampa
sobre el acantilado
entre la cristalina magnitud
que concierne
a un orden desplegado
en los
mapas
de la
desmesura.





PUNTO SILENTE

Vuelves al punto silente,
donde la demora apresura
decisiones por omisión
y la omisión decide demorarse
disfrazada de prisa.




EL TIEMPO TROGLODITA

para Antonin Artaud

Voy cruzando una imperceptible frontera
y las ratas desfilan por mi piel
dibujando simbólicos pulpos
en el anegado ombligo del estrangulamiento.
Las pupilas revientan de sal y de bilis.
En ese confuso instante
me abrazo a las plumas muertas
del tiempo troglodita,
a la indeleble pantomima
del teatro vacío.
Caigo sin pausa,
soy catarata,
avidez de hiedra,
paciencia de cactus.
Me sumerjo en el deglutir
de lo inconsecuente.
Allí,
donde anida el camino sin huella
y la pedregosa luna revela
el magma de su luz tardía.




LA CAÑA DE PESCAR, LA BOTELLA DE CAÑA SEMIVACÍA,
EL ANZUELO, EL CARDUMEN DE PECES
Y LA LUNA ESQUIVA


a ricardo guiamet


La luna esquiva al hombre
que ha caído al agua desde su bote.
El sueño lo ha vencido
y trata de nadar en medio de la oscuridad.
La caña de pescar se ha escurrido entre sus dedos
y ahora flota paralela a la embarcación.
La corriente es relativamente calma
pero el hombre no logra alcanzar el bote.
Quizás la botella de caña semivacía,
perfectamente erguida en el piso de la embarcación,
lo explique todo.
Ensayando un movimiento rápido y convulsivo,
el hombre se aferra al anzuelo,
en el que la carnada permanece intacta.
Luego grita, el punzante metal
ha desgarrado su piel hasta hacerlo sangrar.
Un cardumen de peces se acerca al intruso
y comienza a mordisquearlo.
La caña de pescar se hunde lentamente;
el hombre busca por última vez la luna
pero ya no lo alumbra.
Las burbujas son parte del río
que definitivamente le pertenece.



LULLABIES

a fabricio simeoni


-I-

La oscuridad profana ciertas circunstancias
para acunar en letanía
el artificio de la mañana.


-II-

Curiosa delectación de los moradores
de ciertas ruinas,
donde el misterio deviene en mito
y las plegarias
se sumergen en las sombras,
sustentando la fascinación
del gruñido de aves nocturnas
entre
cúpulas, losas y columnas de mármol
despojadas
del frenético deseo de la refulgencia.




RUINAS ROMANAS

Me mostrarás los mezquinos propósitos
que maltratan tu poema,
sobrevolaré sin pendientes
entre el vaho de alcohol
y la figura de un Cristo sin espinas,
me interrogarás acerca de los lujos
y caminaré sobre un acerico
únicamente para agradarte.
Dejaré de llorar esas frases
de concentrada mendicidad,
haré mecer tu ironía
en las ruinas romanas,
en el cauce del Tíber
y tendrás todo al alcance
de tu mano,
tan sólo huyendo.



ECOS

Pétalos arrebatados al cielo,
irreal fotosíntesis de embrujo.
Sensaciones de labios;
virtuales palabras habitantes
de un sueño trucado.
Periferias del tímpano del valle,
un eco que se alimenta
con la infinitud que se niega.
Campanas que se ahogan
en sus tumbas de
arena silenciosa,
cautivadas definitivamente
por la alucinación de la música;
irrefrenablemente cruel,
hipnóticamente persuasiva.




EL AGUA CRUDA

Declina el día,
la maderada avanza por el agua cruda
debelando la resistencia de los camalotes.
El hombre efectúa un innecesario rodeo
para corregir la dirección de los troncos,
varados en la angostura del recodo
y el disfavor geográfico del cauce.
La corriente baraja sus vaivenes
y rotura el despeñadero,
donde yace un caballo vencido por el carbunco.
Exaspera el sosiego del mortuorio tono
y el monocorde fastidio del viento cincel,
modelando el imprevisible limo.
Las alas de la noche irrumpen,
corrompen el cenagal,
el monte,
los cañaverales,
las alimañas
y la parquedad de la madera veteada.



DESTIERRO

A Chiquito Gómez in memoriam

Tiembla, tiembla,
traspone escotillas,
la tierra,
la sombra,
la siembra,
la diafanidad.
Transmigra el
traslúcido semblante,
acicala el menosprecio,
el desaliento
del necrológico destierro.
Enciende
la llama que restringe lo limitáneo
porque el
impetuoso espíritu
recrudece
inusitado y saciado.
El impostor abruma,
extemporáneo,
fuera de sí,
llevándose
las voces
que supieron callar a tiempo
lejos y cerca
del mar infinito.




CINCO MINUTOS

Noche tras noche, el oportunista,
al reparo de su impecable estampa
se acercaba al poblado con papeles de ocasión
y postales del acecho.
Sus dedos manchados de tabaco
contrastaban con las delicadas solapas del traje
de corte europeo.
Caminaba aceleradamente sobre el ripio
con vetustas armaduras
y derramaba siniestro material volcánico,
promesas de ofrendas futuras.
El viento traía vestigios de sequía,
manchaba los zapatos, la camisa de seda
e infiltraba las palabras,
desquiciando
ese perverso rictus
que prometía el nuevo cielo
por cinco minutos.




VAGAMENTE TRISTE

Ni piedra ni tierra.
Sólo el precipitar
de la decadencia,
la resignación del espejismo
vagamente triste.
Partículas de arena,
proyectiles del tiempo
en las estepas vacías de voces.
El ocaso del humo
dibujado en el circular horizonte
sobre el tacto del volumen
que crece,
antes de perderse
en los despojos de tu olvido
midiendo las sombras
las pesadillas,
los versos
y los nombres.




LA LÍNEA

La razón se extravía
en un cataclismo
que imita a las cuerdas vocales.
Los testimonios perduran
en el siseo de la cinta
desgarrando un miserable abismo
entre tus pasos
y los míos.
Quiero contrarrestar
la adversidad del hormigueo
pero el escalofrío me detiene
en la línea divisoria
de nuestros mundos.




MUECAS

Te encuentras en la expuesta crisma
de los ángeles caídos,
oscilando entre fósiles primaveras.
Acaparas lo quieto de la noche,
destejiendo el manto
de la trágica verbena,
atravesado en una calma llanura
que embalsama.
El ansia de lo dulce
se vuelve una liturgia,
se revela el dibujo
Y desgarra las garras
drenando el desagüe
hasta el cenit del gesto
ostensiblemente sumiso.
Por lo pronto callas y
-con cierto disimulo-
atesoras
la mueca en el espejo,
mausoleo de las cínicas piruetas
de los amanuenses.



ATAVÍOS

Desnudos ropajes aportan soluciones
al concierto de la fábula
Misteriosas gotas apuran
el puro temblor de tus labios.
Quisiera saber qué suerte de principio
te hace inmune
y me condiciona al
perpetuo suplicio del péndulo.
No se trata
de la extensión de la turbulencia.
Tampoco del leve signo
que minimiza los restos
del naufragio.
La clave tal vez esté
en una ajena fuerza
que no tuve en cuenta
al contar
tus interminables pasos en el desván
y en las inagotables notas de ese pentagrama
donde la música siempre acechaba
ataviada de silencios.




DERRUÍDOS DE LA LUNA

-I-

SIN LUJO DE DETALLES

Sonidos de piedras en el agua.
Tan sólo claroscuros
pidiendo perdón
en el ahogo.
Visiones funerarias
guardadas en el arcón
y que, por fin,
sacas a relucir.


-II-

POLVO LUNAR

La sequía sin lumbre,
la palabra sin fuerza,
la cumbre desapreciada,
el cerro calamitoso,
la búsqueda perpetua,
la muerte con sigilo,
el desmayo de todo
lo que no salta a la vista.



LOS DÍAS VENCIDOS

Desidia en la arboleda,
señuelos que se revelan
en el imantado campo santo.
Telúrica inminencia de fuegos fatuos
y de relámpagos que perduran
en las sonajas de un trueno.
Estridencia,
vértigo,
cruda inmanencia de los descarnados.
Bóvedas donde los grillos
acompañan al silencio de los muros
con sobresaltos que atesora el tiempo
mientras te devora en la plegaria
que te rezas a ti mismo:
“los días vencidos
han sido los mejores”.



AZÚCAR Y VINILO

Se derraman las súplicas
en el salón.
Sólo permanece un ficticio
contrapunto de ademanes.
Capturado en el gesto,
me instalo entre
el azúcar y el vinilo.
Cruzo los charcos,
tallando los moldes
a tu medida
de voraz insecto del azar.
Nocturno,
oscuro tábano
sediento de misas.




REVÉS

En la dejadez
del atril
viven los traspiés.



FINAL ANUNCIADO O EL JUSTO REPOSO

Quién detendrá el viento
para desanudar las madejas del rocío
y confortar a los despojos
de un sol espigado de muerte?

Quién abrirá los disecados pétalos
de herbario,
tu colección de rosáceos recuerdos
que apuraron el somnífero?

La constancia del suelo
induce a un movimiento de repliegue
y un desierto se ve vacío
sólo desde un punto de vista.
Envasamos el mismo error
en otra palabra
que será la misma idea
perturbadora y anodina,
lejos del justo reposo de la sangre
y del final anunciado.

Fusio por PATRICIO VALVERDE



A Julián.



No hay modo de entenderlo
sin rastrear las cicatrices en la boca
de tantos torturados en la fiebre
del caníbal que nos mastica.




dagas lunares
violan la sangre ebria
de los insanos





The speed of pain

Justo ahí.

Donde estallan las neuronas su implosión cicatrizada de sodio.
Donde habita el dolor nodal su condensada tripa blanca.

Justo ahí.

Espacio de sinapsis eléctrica, redondo y puro de cualquier calidez que mitigue.
Vertiginoso en su orgánica desnaturalización salina.

Justo ahí.

La matriz del dolor,
muerde su dentadura sincrónica.

Y abriendo ojos de porcelana te crecen largas pestañas.
Crispadas las terminales nerviosas,
apretada hasta la asfixia,
respirada hasta la asfixia.
Brutalmente vaciada.

La veloz mancha del dolor
trepa como mil arañas tu columna
y baja, mil veces más.



Está ese asunto de la belleza
en un muerto y sus motivos
siempre rondando, asechando
justificándolo, humanizándolo, llevándoselo…




tristezas mías
van de tu mano al mar
cada enero




Teoría de los dos narcisos

¿Qué fue de la otra mitad, del segundo Narciso,
el branquial, el que enamoraba desde las aguas?
¿Envejeció amando a su hermano ahogado
o besó su cadáver y le cerró los ojos y olvidó?
¿Salió del mundo de aguas
enloquecido de dolor,
a morir asfixiado
buscando belleza?



Nos reunimos en torno al difunto
tristes y precarios…




nada anuncia
tu calma alegría
y hoy me dejas





Siempre se muere

La escarcha se adhiere a la suela con su frío
cristal crepitante.
Así las supersticiones de encaje se desprenden
de los pasos residuales de la muerte

Adelgazado por esa muerte algo barroca.
Alivianado, diríamos.
Miro al mundo desde una glorieta
de impunidad saludable.

Al fin, siempre es el cielo el que roba la noche.
Nosotros somos nubes derivadas
de un soñador empedernido.
Y Otro siempre es el que se va.
no importa cuantas veces.

Anodinos niños aburridos
nos dejamos llevar
por pura y sentida fidelidad.



Impedir una tristeza.
Me está quebrando la espalda.




no pido más que
salir un día de mi
cárcel de nieblas




Karma

Adivino en ciertos rostros las herencias,
de las diversas edades de las almas.
Lo mismo no me ocurre con la rosa,
eterna fragilidad que siempre asombra.

Me inquieta que vuelva en esa rosa,
el cautivo, antes rey, quizás guerrero.
Pero las cíclicas costumbres del misterio,
labran sus designios en el tiempo.

Si esto es cierto,
nos salva del destino su secreto,
y la ilusión, el don de la palabra.

Así el mar esconde entre su espuma,
el preciso oriente que veremos.

Esto quise creer
aquel brutal instante
de tu adiós.
Y hoy creo.

Busco entre las rosas una,
que mi pobre entendimiento no devela.
Mañana será.
En eso creo.



No hay verdad ni mentira
Todas las palabras son iguales
desde la guerra.




tengo mi arma,
lista y ajustada,
para el odio.




Irak

Hoy salgo caminando alto y derecho,
por la vereda incendiada del barrio
que va muriendo.
Soy rey de ruinas
Solo dame un tiempo
para reconocerlo todo
aunque eso
no haga diferencias.
Es que siempre tuve
un gran corazón idiota
que se ríe solo
en la lluvia y las mañana
Soy un tremendo cross
a la mandíbula de una muñeca rota.

Y llego hasta las flores amarillas
que palpitan en mis ojos táctiles
mientras sueltan el polen.
El néctar para mi lengua filosa,
que sabe a tardes
de otros fuegos.



Hay un ciego de voz esperanza que esta modelando
al mundo con sus cinceles puros de
cielo incoloro.



el reloj tañe
las doce campanadas
del hombre mortal.




Diario sonoro de un hombre

A las diez de la noche termina este hombre
-el del día de hoy-.
Con el desgano acumulado por las horas
de frases sin vestigios de sentido.
Queda un intuitivo cuchicheo agudo,
secundado de cantinelas de
graves ociosos y distantes.

Escucha la t.v. reverberada de vino.
Se arrodilla, se quiebra (así dicen ahora)
en euforias mudas y burbujeantes.

Le nacen órganos tibios y nuevos.
entre un murmullo acuático y fetal
Se olvida en una cama.

Mañana,
siempre hasta las diez,

le espera la radio distorsionada del taxi
la constancia del mundo mecánico
La profusa jaula de locas,

Mundo inyectado en el embudo
de sus oídos plásticos.

A sus ojos grises puebla un parque verde
absolutamente virgen, apenas tocado de brisa..



Los corales definitivos están en el ojo del dios,
lejos de mi atónita vigencia convaleciente
de aguas que labran las horas como a un
mármol riguroso y ficticio.



mi gato mira
mi corazón mientras yo
miro la lluvia




Un día con los ecologistas

Hoy he querido ser un crudo mono,
mancharme con sangres que no sequen,
embotarme de visiones turbias,
arroparme con poleras amarillas,
seguirme sin perderme rastros,
saltarme en zancos de ramas secas,
envidiarme como a un tonto.
Enviciarme.
Dejarme llevar por los impulsos.
Vomitar todas las cábalas.

Resarcirme, devolver mi domesticación.
Entregar mis estrellas de plata.
Perder una guerra.
Sabotear un barco en ultramar.
Cincelarme ojos gatunos.
Afilarme los pómulos.
Conversar con una mantis.
Alterar supermercados.
Dormir siestas verdes.
Detonar falsas alarmas .
Tomar baños de litio.
Y sacarme las sales del cuerpo.

Pellizcarme como las niñas malas.
Aprender todos los trucos y engaños
para usarlos en mi contra.
Desandarme por otros lados
hasta
Sentir un árbol.



Ajustada a las maneras más elementales.
despojada de todo lo vano;
recorre distancias sorprendentes
que me aterran…




nadie lo sabe
Recorro mi tristeza
mientras sonrío




Tour de force

Herrumbres de una tristeza abandonada
laten
en vírgenes vergeles
recortados por sombras inválidas.
La cosecha sedentaria.
La mano de seda de Alejandra.

La tristeza más profunda
palpita sigilosa
Los delicadísimos labios
susurran
palabras asustadas
palabras al filo
de su sinsentido.

Y yo que te recorro
como un amante de tantos, olvidado
me quedo con tus fetiches muertos.
La sed es como la fiebre.
Crea densidades en la materia
de tantas otras moradas
habitadas por faldas de niñas
solas de madres solas

Les canta el universo real
ese que nunca paso de intuir.

Mi torpeza de hombre.



Viajes de otros viajes de regresos
de distintos calendarios de diversos signos
endulzan el café por de mañanas
En blanco y negro.



canta tu canción
las estrellas esperan
danzar para ti

Despertar.


Hay que despertar

Lavar los restos narcóticos de efluvios lunares.
Salirse del mar de magnolias y adormideras.
Desprender las pequeñas muertes de la piel.

Hay que despertar.
Salir de impunidades de las sombras,
avisarse,
tomar recaudos.
Correrse del borde de ese precipicio que nos llama
desde el vacío del espejo
y creer el mundo,
y entrar al mundo.
Pararse sobre los zapatos.

Hay que despertar.
Tomar el café, comer las medialunas.
Jugar con las migas, y renunciar a los últimos
vaporosos caprichos de rey.

Hay que despertar.
Dejar el pánico como una minucia más
Dejarlo como la toalla, colgado hasta mañana.
Finalmente, abrir la puerta y salir.
Estar alerta.

Ahora, que otros también han despertado
Cambiamos cortesías, y nos revisamos
como monos atentos.


Secaron los capullos antes de florecer.
Les faltaba deseo.




sueña plegarias
que pierden el sentido,
al despertarse.

Slide Show de imágenes de ESE AGUA CRUDA




Música: tabla and bass, por E3.

Fotos del Tándem + 1: FEDERICO TINIVELLA.

Agradecemos a DAVID NAHON, por el arte de tapa y la inspiración.
Ver Web de DAVID NAHON

Comentario de Ese Agua Cruda, por LISANDRO GONZALEZ

Lecturas
Cuatro escriben mejor que uno
Poesía. "Ese agua cruda", de R. Lobos, R. Guiamet, F. Marquínez y P. Valverde. Editorial Los Lanzallamas, Rosario, 2003

Lisandro González, para el Diario La Capital, 6.6.04.

"Ese agua cruda" es un libro colectivo con una identidad particular. Los cuatro poetas que lo integran han ido construyendo y construyen su obra y su poética individualmente, pero en ese camino se han cruzado e iluminado mutuamente, habiendo realizado experiencias artísticas conjuntas.

Los símbolos de la alquimia también son fundamentales en este libro -que rescata así una histórica analogía de esta actividad con la poesía-, donde cada sección de poemas de cada autor presenta un título de un proceso químico propio -a saber, sublimatio, descensio, calcinatio y fusio.

Por otra parte, la cuestión del agua cruda no es un simple título, sino que traza coordenadas en el libro. Dicen así en uno de los dos poemas grupales -verdadera letanía del agua-: "Todo es agua,/ una sola agua,/ la misma agua./ Ese agua cruda, ilusión de trance/ donde un génesis detenga el tiempo."

En cuanto a los autores, el primero es Roberto Lobos. Su poesía parece ir en busca de esa belleza candorosa de la niñez, de las flores que va plantando la nostalgia, entre imágenes que brindan un leve estremecimiento y una singular mirada de lo humano.

En ese camino, sólo insinúa algunas respuestas, vuelve sobre la verdad -"dicen lo que dicen las líneas de mis manos/ digo que mienten como calendarios del azar"-, sobre el silencio y el silencio frente a la muerte. Todas cuestiones simples, abrumadoramente complejas. Y se hace preguntas, pero siempre atisbando una esperanza, o un deseo de esperanza -lo cual es también una esperanza-, como cuando nos confía que "tres módicos deseos abrigo:/ que haya fresnos como en otoño,/ viento,/ y un mar agitándose".

Ricardo Guiamet parte de una poética apriorísticamente objetivista, para después hacer jugar precisamente la alquimia y exprimirles una particular e inquietante belleza a sus versos, como cuando "una luciérnaga/... junto al techo/ parafrasea los relámpagos".

Sus poemas tienen una importante carga narrativa, como en el poema "Polinesia", hermosa metáfora de los efectos y de las posibilidades de las palabras, y los materiales de sus versos se los da la isla, el río, los que se convierten en motivos de particulares elegías y metáforas. De ese modo, también utiliza los despojos, en "los restos de la vida en/ lo que resta de la noche", donde justamente su particular sentido de la poesía ilumina el rostro de la belleza.

En la poesía de Fernando Marquínez conviven una serie de elementos, todos trabajados con precisión de orfebre. Un gran cuidado en la música -un ejemplo explícito de ello es el poema "Ecos"-, la disposición de los versos -todos ellos centrados- y un esmerado trabajo en la elaboración de las imágenes, donde entre un sutil barroquismo o bien un claro hermetismo, adquiere brillo su palabra, "puro deleite/ del tímpano colmado/ por el vocablo". De esa manera, parece intentar indagar las fronteras de la forma y el silencio, sumergiendo así sutilmente al lector en resonancias de misterio y en páramos de sutil melancolía, como cuando "la oscuridad profana ciertas circunstancias/ para acunar en letanía/ el artificio de la mañana".

Patricio Valverde pareciera trazar dos coordenadas en la profunda y certera poesía de "Fusio", trabajando un registro por momentos neorromántico, que alterna con preguntas e imágenes descarnadas sobre la condición del hombre contemporáneo y del mundo.De esa forma, elige el hondo camino de los sentimientos, de la intimidad, de la pregunta de la belleza, para rendirle honor, precisamente a la belleza, e incluso humanizando la muerte, cuando nos habla de que "está ese asunto de la belleza/ en un muerto y sus motivos/ siempre rondando, asechando/ justificando, humanizándolo, llevándoselo...". Y en todo momento se destaca la piedad por el hombre, frente al "mundo inyectado en el embudo/ de sus oídos plásticos".

Ver artículo original en La Capital on line